Rogativas en Castilla y León
"Cuentos en la bruma": Santos cráneos [de Caballar]
- Ir a Wikipedia. Rogativa
[...] Las procesiones de las rogativas se llamaron pequeñas letanías o letanías galicanas porque habían sido instituidas por un obispo de Francia y para distinguirlas de la letanía mayor o letanía romana, que es la procesión que se hace el 25 de abril, día de San Marcos y cuya institución se atribuye a San Gregorio el Grande. Los griegos y los orientales no usaban las rogativas.
¿Cómo se decidía que había que hacer una rogativa? Los pasos seguidos no
han cambiado en muchos siglos: primero, el tiempo no acompañaba
(fuera por sequía, fuera por temporal, aunque esto en nuestra tierra
es menos frecuente); segundo, el gremio de agricultores y ganaderos se
quejaba de la situación; tercero, el alcalde valoraba y encargaba la
rogativa a la iglesia; cuarto, el obispado autorizaba la
convocatoria, y quinto, se hacía.
- Ir a Cervantes Virtual. Juliana Panizo. Rogativas de Tierra de Campos [Ver en Revista de Folklore] [Wikipedia: Robigalia]
Las rogativas son ciertos días de penitencia y de oración que la Iglesia
distingue por el canto de las Letanías de los Santos y procesiones
públicas y solemnes. Estas son de dos clases: rogativas mayores y
menores. Las mayores caen siempre el 25 de abril, fiesta de San Marcos
evangelista, y se rezan para atraer del cielo bendiciones sobre las
mieses y ahuyentar los males temporales. Fueron instituidas en los
primeros siglos de la Iglesia para sustituir la fiesta pagana denominada
Robigalia, en la que se inmolaba una oveja en honor a Robigo. Existían
ya por los tiempos de San Gregorio (604), que reglamentó esas funciones
litúrgicas.
Las rogativas menores fueron instituidas por San Mamerto, obispo de Viena, en tiempos calamitosos para aplacar las iras del cielo. Luego se fueron adoptando en otras partes, y ya en el año 511 el Concilio V de Orleans las impuso a las iglesias de su jurisdicción. El Papa León III las aprobó a principios del siglo IX.
Las rogativas menores fueron instituidas por San Mamerto, obispo de Viena, en tiempos calamitosos para aplacar las iras del cielo. Luego se fueron adoptando en otras partes, y ya en el año 511 el Concilio V de Orleans las impuso a las iglesias de su jurisdicción. El Papa León III las aprobó a principios del siglo IX.