Energía telúrica y arquitectura religiosa

Bóveda de cañón

La energía telúrica sale de la tierra hacia cielo y es yin, femenina. La energía cósmica viene del cielo hacia la tierra y es yang, masculina. En una iglesia convergen ambas: la energía yin sobre todo a través de los pilares y los vórtices telúricos, y la energía yang mediante el efecto de acumulación de las bóvedas y cúpulas, en un proceso alquímico de transformación desde lo terreno hacia la luz.

De hecho, en los propios elementos arquitectónicos se combinan las dos energías, ya que por los pilares ascenderá la yin del lugar y tanto las bóvedas como las cúpulas reflejarán la yang hacia el interior del edificio sagrado. Ahora bien, mientras que en un templo románico es probable que predomine la energía telúrica, en una catedral gótica tenderá a imponerse la cósmica.  

Hay que tener en cuenta que los templos románicos, dotados de robustos muros, logran transmitir de manera muy efectiva las energías telúricas hacia bóvedas de cañón que de alguna manera no son sino una continuación de los propios muros, en una especie de peculiar jaula de Faraday de sillería. En cambio, en las construcciones góticas, a partir de la clave los nervios harán descender la energía cósmica. Lo cierto es que las estructuras románicas son más eficientes a la hora de contrarrestar las geopatías que puedan afectar a un templo.

Bóveda de crucería


Tradicionalmente y hasta tiempos muy modernos, las construcciones religiosas se  levantaban sobre terrenos dotados de al menos un vórtice telúrico destacable, en los templos cristianos generalmente situado en el ábside (donde suele situarse el altar para el culto). Lo cierto es que los santuarios primitivos, los templos visigodos, las mezquitas, las sinagogas y las iglesias románicas y góticas suelen tener como elemento común la presencia de vórtices telúricos significativos. Además, se ha dado con mucha frecuencia la superposición paulatina de cultos, de manera que un santuario primitivo pudo terminar siendo una ermita o bien un templo visigodo una mezquita y esta a su vez una iglesia románica o gótica (como es el caso, por ejemplo, de la Catedral de Toledo).

Sin duda, los maestros canteros dominaban la radiestesia y, si les resultaba posible, situaban el ábside de los templos coincidiendo al menos con un vórtice telúrico. De ese modo, durante el culto religioso el oficiante, revestido de la energía telúrica del vórtice y la cósmica de la bóveda, podía derivarlas con sus gestos e intención hacia el pueblo. Si le añadimos la energía de la forma,  puramente arquitectónica, y la energía devocional aportada por el oficiante y los feligreses, obtendremos un conglomerado dotado de potente inspiración y elevación espirituales.

Lo cierto es que el pensamiento científico fue acabando progresivamente con la sabiduría ancestral y, aproximadamente, los edificios religiosos levantados a partir del siglo XVII no van a tener en cuenta los principios de la radiestesia. Sin embargo, algunos templos de esa época y posteriores van a continuar contando con vórtices telúricos, al estar sustituyendo a otros más antiguos sobre el mismo terreno.

(vídeo, para radiestesia ver, por ejemplo, a partir del minuto 12:42) 
 
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