Cambio climático en España

Todos los informes publicados por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU (IPCC) establecen que España padecerá un incremento de las lluvias torrenciales, más olas de calor, un aumento de la salinidad del mar y nevadas menos copiosas.​

España se mantiene como el país de la UE que más se aleja de los objetivos de Kioto de reducción de emisiones.​

El Parlamento español declaró el Estado de emergencia climática en 2019 y aprobó la Ley de cambio climático y transición energética en 2021.

Un cambio climático se define​ como la variación en el estado del sistema climático terrestre, formado por la atmósfera, la hidrosfera, la criosfera, la litosfera y la biosfera, que perdura durante periodos de tiempo suficientemente largos (décadas o más tiempo)​ hasta alcanzar un nuevo equilibrio. Puede afectar tanto a los valores medios meteorológicos como a su variabilidad y extremos.

Los cambios climáticos han existido desde el inicio de la historia de la Tierra, han sido graduales o abruptos y se han debido a causas diversas, como las relacionadas con los cambios en los parámetros orbitales, variaciones de la radiación solar, la deriva continental, periodos de vulcanismo intenso, procesos bióticos o impactos de meteoritos. El cambio climático actual es antropogénico y se relaciona principalmente con la intensificación del efecto invernadero debido a las emisiones industriales procedentes de la quema de combustibles fósiles.​

Los científicos trabajan activamente para entender el clima pasado y futuro mediante observaciones y modelos teóricos. Para ello recopilan un registro climático del pasado remoto de la Tierra basado en la evidencia geológica a partir de sondeos geotécnicos de perfiles térmicos, testigos de hielo, registros de la flora y fauna como crecimiento de anillos de árboles y de corales, procesos glaciares y periglaciares, análisis isotópico y otros análisis de las capas de sedimento y registros de los niveles del mar del pasado. Cualquier variación a largo plazo observado a partir de estos indicadores (proxies) puede indicar un cambio climático.

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El cambio climático y la agricultura son dos procesos relacionados entre sí que dañan y destruyen al mundo.​

El cambio climático afecta a la agricultura de diferentes maneras; los impactos se relacionan con el incremento de la temperatura promedio, la modificación del patrón de precipitaciones, el aumento de la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos (sequía, inundaciones, tornados, ciclones, olas de calor), el incremento de la concentración de dióxido de carbono, el deshielo y la interacción entre estos elementos, los cuales influyen en la producción de alimentos y amenazan la seguridad alimentaria.​

A la vez, las actividades agropecuarias han contribuido en el cambio climático a través de las emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso.​ El exceso de estos gases en la atmósfera han perturbado la capacidad de la Tierra para regular la temperatura, y son responsables de inducir el calentamiento global y forzar el cambio climático.​

El cambio climático ya está afectando la agricultura, y se prevé que los impactos se agraven en los próximos años con diferentes grados de severidad y complejidad, pudiendo ser variables de acuerdo con la región geográfica y las condiciones particulares del contexto climático y socioeconómico de los sistemas de producción alimentaria.​

Los periodos de sequía prolongados, las olas de calor, la reducida disponibilidad de agua y el exceso de precipitaciones disminuyen el rendimiento de los cultivos y afectan a la salud y el bienestar del ganado, y con ello la disponibilidad de alimentos.​ El cambio climático es una amenaza para la seguridad alimentaria; en particular, las poblaciones más vulnerables serán las más afectadas.​ 

Por otra parte, la buena gestión de los conocimientos generados por la ciencia del cambio climático podría impulsar la aplicación de estrategias de mitigación y adaptación favorables para reducir las emisiones, maximizar la producción y favorecer el desarrollo de sistemas de producción mejor adaptados al cambio climático.  

La desertificación es un proceso de degradación ecológica en el que el suelo fértil y productivo pierde total o parcialmente el potencial de producción.

Las causas de la desertificación son la deforestación y destrucción de la cubierta vegetal, la subsiguiente erosión de los suelos, la sobreexplotación de acuíferos, la sobreirrigación y consecuente salinización de las tierras o la falta de agua. Con frecuencia el ser humano favorece e incrementa este proceso como consecuencia de actividades como el cultivo y el pastoreo excesivos o la deforestación.​

El cambio climático también puede ser una causa de la desertificación mediante la reducción o las alteraciones en los patrones de las precipitaciones, lo cual provoca un mayor estrés hídrico y largos periodos de sequía en distintas zonas de África, Europa y Asia. Esta escasez de lluvias tendría también efecto directo en los cultivos de secano provocando una reducción de producción de los mismos. Estos aumentos de temperatura y la reducción de las cantidades de lluvia provocarán la desaparición de gran parte de los bosque de América Latina.

Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el 35 % de la superficie de los continentes puede considerarse como áreas desérticas. Dentro de estos territorios sobreviven millones de personas en condiciones de persistente sequía y escasez de alimentos. Entre muchos otros factores, se considera que la expansión de estos desiertos se debe a acciones humanas.​

El cambio climático es la modificación de la temperatura y del resto de variables del clima, que se está produciendo con una velocidad e intensidad sin precedentes en la historia de la humanidad, como consecuencia de la actividad humana.

Está ocurriendo en todo el mundo y sus consecuencias pueden ser devastadoras, tanto para el medio ambiente como para las personas. La actividad humana, en concreto y principalmente, la quema de combustibles fósiles que generan gases de efecto invernadero, es la causa detrás de esta grave amenaza medioambiental, la mayor a la que se enfrenta la humanidad.

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“No habríamos llegado al punto en el que estamos en el estudio del cambio climático sin los superordenadores”, dice Francisco Javier Doblas Reyes, director del Departamento de Ciencias de la Tierra del Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS). Este físico, uno de los expertos españoles más reconocidos que trabaja con modelos climáticos, nos habla de los últimos datos que nos dan estas simulaciones y de sus limitaciones, así como la situación del cambio climático en España.

Desde la industrialización llevada a cabo durante el siglo XX, la temperatura de nuestro planeta ha aumentado más de 1ºC, según el análisis de temperatura realizado desde desde 1880 por científicos del Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASADos tercios de ese calentamiento global han ocurrido desde 1975, a una velocidad de aproximadamente 0,15 - 0,20 ° C por década. La desertificación, el riesgo de incendios, la falta de agua potable, las inundaciones, las sequías y la pérdida de cosechas están ya sobre la mesa y acechan de forma virulenta un futuro cada vez más cercano.

Aunque sus efectos son a escala planetaria, el cambio climático va a tener un impacto prolongado y severo sobre nuestro país. Así lo concluyen decenas de informes y artículos científicos, donde dibujan una España más cálida y seca, con dificultades para abastecerse de agua y con multitud de relevantes impactos sobre la flora, la fauna y los ecosistemas de nuestro país.

Estas amenazas e impactos nos obligan a tomar acciones decididas en el menor tiempo posible para mitigar y adaptarse a estos cambios, que en muchos casos ya son inevitables. En este post, te detallaremos algunos de los posibles efectos del cambio climático a medio y largo plazo en España, así como las consecuencias que estos cambios traerán sobre nuestras vidas.

Greenpeace hace balance de los impactos agravados por el calentamiento global y por la pérdida de biodiversidad, que representan una amenaza clara a la que nos enfrentamos en España y en todo el planeta.

No es que se nos olvide el calor que hace de un año a otro. No, cada año hace más calor. Las temperaturas son más altas en invierno y son más altas en verano. Cada año se baten nuevos récords. Y van a seguir subiendo. Son los síntomas del calentamiento global, la crisis climática, el cambio climático. Se puede mitigar con la acción humana, pero lo que seguro que tenemos que hacer, en el futuro, es adaptarnos.

El Mediterráneo, y España como país perteneciente a este enclave geográfico, está considerado "epicentro" del cambio climático. "Los países del arco mediterráneo sufrirán de manera especialmente intensa los impactos", advierten los miembros del panel de expertos de la ONU (IPCC).

El cambio climático ya pasa factura al campo español: cada año se pierde el 6% del valor de la producción, más de 550 millones de euros. Así se desprende del primer gran estudio divulgativo en torno a la evolución del clima y sus impactos en nuestros viñedos, olivares, campos de cereal y dehesas, presentado hoy por COAG.

Este informe se ha elaborado con el apoyo de la Fundación MAVA en el marco del proyecto Reconnecting Iberian Rivers, coordinado por GEOTA y desarrollado en coordinación con CEDOUA, INDUCAR, ANP|WWF, WWF España, IUCN y Wetlands International. El proyecto se centra en la necesidad de mejorar la gestión y el estado de las cuencas hidrográficas que comparten España y Portugal, a través de una mejor cooperación e intercambio de conocimientos entre las distintas partes, para construir una visión compartida que ayude a avanzar hacia una gestión integrada de estas cuencas hidrográficas.

> Los escenarios para España prevén un aumento de las temperaturas para finales de siglo de hasta 4°C en invierno y 6°C en verano.
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El número de días con precipitaciones disminuirá un 25% al año.
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Si el aumento de temperatura supera los 2°C, los días de riesgo de incendio se incrementarán en seis semanas al año.
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Antes del año 2075 las áreas quemadas por incendios podrían triplicarse en la península ibérica.
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Las áreas montañosas, los bosques de ribera y los bosques fluviales del interior se verán seriamente amenazados.
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Alcornocales, pinsapares, abetales, quejigares y pastizales de montaña estarán en serio peligro de extinción.


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