Cristiano nuevo es la denominación que ha recibido históricamente en España y Portugal un colectivo social compuesto por los conversos al cristianismo desde el judaísmo o el islam, así como sus descendientes incluso varias generaciones después de producirse la conversión original.
Marrano es un término que hace referencia a los judeoconversos (judíos convertidos) de los reinos cristianos de la península ibérica que "judaizaban", es decir, que seguían observando clandestinamente sus costumbres y su anterior religión. El criptojudaísmo
de los marranos fue justificado por los rabinos con el argumento de que
los judíos podían —e incluso debían— fingir convertirse a otra religión
si creían en peligro su vida y estaban exentos de cumplir aquellas
prácticas del culto que pudieran delatarles —solo se les exigía en
última instancia que mantuvieran la fe en sus conciencias—.
Los sefardíes o sefarditas, también conocidos como sefaradíes o sefaraditas (en hebreo, ספרדים, Sefaraddim, literalmente ‘los judíos de Sefarad’), son los judíos que vivieron en la Corona de Castilla y la Corona de Aragón hasta su expulsión en 1492 por los Reyes Católicos
y también sus descendientes, quienes, más allá de residir en territorio
ibérico o en otros puntos geográficos del planeta, permanecen ligados a
la cultura hispánica.
Entonces, un siglo después de las conversiones masivas -pongamos como
ejemplo las que se dieron entre 1492 y 1497-, había muchos descendientes
de Judeo-Conversos, pero unos eran apóstatas, otros eran frozados,
otros eran descendientes de forzados (Bene Anusim, en hebreo), de los
cuales algunos tenían derecho al retorno al Judaísmo pero otros no,
dependiendo de si sus familias eran Cripto-Judías (es decir,
practicantes clandestinos de la religión judía).
Este trabajo estudia la promoción social y económica que experimentaron
algunas familias judeoconversas en el tránsito del Medievo a la
Modernidad. A pesar de la Inquisición y de los estatutos de limpieza de
sangre hubo familias judeoconversas que consiguieron adquirir riqueza y
poder, llegando incluso a acceder a las filas de la nobleza. Así,
lograron su plena integración en la sociedad cristiana.
Uno de los hitos más singulares de la
historia medieval peninsular, esta relacionada con el fenómeno
“converso”. Es decir, con el recorrido vital y humano de aquellos judíos
que en los convulsos momentos de los ataques masivos y sistemáticos a
las juderías peninsulares en 1391 decidieron, por diferentes razones,
convertirse al cristianismo. Aunque el fenómeno de la conversión de
judíos al cristianismo no era nuevo en la Península Ibérica, ya que
anterior a dicha fecha se habían producido algunas conversiones, lo
novedoso era la inmersión en la sociedad cristiana de forma repentina e
inesperada de un número elevado de judíos.
Finalizando ya el reinado de los Reyes Católicos, durante los primeros años del siglo xvi, la población conversa hispana estaba compuesta por unas 300.000 personas, aproximadamente un 5 o un 6 por 100 del total de la población española'. Aunque no se trata de un porcentaje especialmente elevado, lo cierto es que los cristianos nuevos se habían configurado como un colectivo esencial en el seno de la sociedad hispana, a la par que como un grupo caracterizado por toda una serie de singularidades y peculiaridades, que, en gran medida, se habían ido forjando a lo largo del reinado de Isabel y Fernando.La España medieval fue un crisol de culturas y de tres sociedades cuyas relaciones fueron evolucionando de una tolerancia limitada por parte de los cristianos a la ruptura de la coexistencia a partir del siglo XIII y culminó, en el caso de los judíos, con su expulsión a finales del siglo XV. Se trató de un proceso gradual de segregación que no acabó necesariamente con el contacto entre cristianos y judíos en la vida cotidiana como prueban
las normas de los sínodos estudiados.
El objeto de este artículo es ofrecer algunas reflexiones sobre los procesos de recategorización onomástica en los nombres judeoconversos de los siglos XV y XVI mediante el estudio de los factores que contribuyeron a la construcción de su nueva identidad: desde los aspectos sociorreligiosos que condicionaron el cambio de los nombres y apellidos de la minoría judía a las formas lingüísticas que adoptaron los cristianos nuevos, que generalmente se ajustaron al modelo antroponímico cristiano-viejo. Se pretende así documentar mucho mejor los cambios onomásticos producidos en la población criptojudía y analizar los usos sociales y dificultades legales que esta nueva situación provocó y que pueden rastrearse a través de varias fuentes, inquisitoriales y rabínicas.
El objetivo de este trabajo es conocer mejor los sistemas de
asientos y factorías, profundizando de paso en una faceta poco conocida
del banquero judeoconverso Manuel Cortizos. A su vez desvelaremos las
posibilidades de enriquecimiento que generaba la gestión indirecta
potenciada por la monarquía para conseguir recursos para la guerra,
mostrando a la luz las posibilidades de fraude ante el escaso control de
la Hacienda. Elementos facilitados por el favor real, que verifican la
elevada posición de una familia judeoconversa, que gracias al poder del
dinero compró cargos, se benefició de hábitos, e incluso, una generación
después, de títulos nobiliarios.
La mayoría de los que se quedaron no se consideraron menos judíos ni
peores que los que se fueron. También confiaban en que cambiaran los
tiempos. Se convirtieron externamente, pero afianzaron internamente su
adhesión a la cultura y la tradición de sus antepasados. Se produjo una
interiorización de la fe, del sentimiento de pertenencia y la capacidad
de resistencia a la cristianización.
Con el paso del tiempo, las dificultades de mantener esta vinculación y
la pérdida de apoyos familiares y sociales dio lugar a una gran variedad
de actitudes y conductas. No todos los conversos fueron iguales. En
cierto modo, cada judeoconverso tuvo que enfrentarse a su condición de
extraño y marginado ante la imposibilidad de integrarse en ninguno de
los dos grupos excluyentes: el mundo judío y el mundo cristiano. Y todo
esto duró oficialmente hasta 1834 en que definitivamente quedó abolida
la Inquisición. Todavía en 1781 fue quemada en Sevilla María de los
Dolores López, la beata Dolores. Y Francisco de Goya compareció ante un
tribunal de la Inquisición en 1815. Diría más: la llama de esa
persecución revivió durante el franquismo y ha permanecido hasta hoy.
Cervantes, Fray Luis de León, Teresa de Jesús, Bartolomé de las Casas,
Juan Luis Vives y Mateo Alemán tuvieron en común, al margen del papel
que jugaron en la cultura e historia, el hecho significativo y poco
conocido de su ascendencia judía.
Algunos judeoconversos o de familia judeoconversa:
* Pablo de Santa María
* Alfonso de Cartagena o Alfonso de Santa María de Cartagena
* Teresa de Cartagena
* Abbner de Burgos, Alfonso de Valladolid o Alfonso de Burgos
* Andrés Cabrera
* Alfonso de Zamora
* Pablo Coronel
* Tomás de Torquemada
* Fernán Álvarez de Toledo Zapata
* Hernando de Zafra
* Abraham Senior o Fernando Núñez Coronel
* Francisco López de Villalobos o Francisco de Villalobos
* Rodrigo Álvarez de Madrid
* Diego Fernández Laguna
* Andrés de Laguna
* Juan Díaz de Alcocer
* Diego Arias de Ávila
* Juan Arias de Ávila
* Gil de Siloé
* Antonio de Nebrija
* Luis Vives
* Juan de Mena
* Santa Teresa de Jesús
* San Juan de la Cruz
* Fray Luis de León
* Fray Bartolomé de las Casas
* ¿Cervantes?
* Rodrigo de Cota
* Fernando de Rojas
* Luis de Góngora
Para encontrar temas y lugares puedes utilizar BUSCAR
(indicado en la parte superior con una lupa)
En el MENÚ (3 rayitas en la esquina superior izquierda de INICIO) puedes consultar el archivo de entradas y las etiquetas.